BOLIVIA: DETRáS DE LA CORTINA DE HUMO Por GERMÁN VELASCO
Yo crecí en los 70’s, época en que la ideología socialista tenía fuerza entre la gente joven y los intelectuales—por buenos motivos. La ideología socialista contribuyó a un mundo más justo. Así fuese, desde una simple posición de equilibrio frente al capitalismo—en mi opinión, el mejor sistema que existe, pero lleno de defectos.
Gracias al pensamiento socialista, incluso en países como los Estados Unidos, hoy gozamos de seguro social, salario mínimo, sindicatos y muchas cosas que han hecho la vida más justa para los más marginados de un sistema que suele ser intrínsecamente injusto.
No fueron las buenas ideas socialistas, fue el abuso de regímenes que además de ser socialistas eran amigos del totalitarismo, quien mató a lo bueno y lo malo del socialismo cuando cayó el muro de Berlín. Entrando al Siglo XXI, alguien tuvó la buena idea de revivir el socialismo. La desigualdad en el mundo no se había resuelto, existiendo cosas nobles y útiles en la ideología, la idea parecía brillante. Era fácil tocarles el corazón a millones. La idea cundió rápido y con el dinero de la rica Venezuela, Hugo Chavez sembró su socialismo del Siglo XXI en el vecindario. Los pobres del hemisferio veían luz al otro lado del túnel. No sabían que la luz era un tren que los arrollaría por largos años. La oportunidad de reivindicar el socialismo era dorada. Problema uno: la ceguera de que para ser socialista en Latinoamérica había que matar la democracia con trampas disfrazadas de democracia que tarde o temprano el pueblo habría de descubrir. Problema dos: codicia por dinero, lujo y poder. Así, estos nuevos socialistas hicieron trizas todo lo bueno que pudo traer el pensamiento socialista a nuestras desiguales sociedades plagadas de pobreza y hambrientas de esperanza en Latinoamérica. Tras la cortina del “socialismo” había fiesta de derroche como en los peores regímenes de la historia. La gente con ideología se fue retirando desencantada; quedaron los oportunistas pisoteando las ideas que habían vendido al pueblo. En Bolivia, elecciones ficticias se fueron acumulando en la tolerancia popular. Una, dos, tres y en esta última, Morales fue demasiado lejos. El fraude y el cinismo detonaron el corazón del pueblo. La valiente reacción fue inimaginable. En una ola el pueblo saco 14 años de ira contenida. El despilfarro de los ingresos del país en una época de oro de recursos mineros e hidrocarburos, el control de todas las instituciones democráticas. La arrogancia y el desdén por los pueblos más necesitados —pero que no eran del partido en poder.
A Bolivia le toca rescatar lo mejor que dejo esa dictadura, como integrar al mundo indígena en todo aspecto de la vida nacional. Trabajar en eliminar todo racismo estructural y construir otro país. El que pudo construir Morales, y que desde su primer día pisoteo despilfarrando la esperanza de un pueblo que comenzó entregándole su confianza— para recibir un desencanto que duro catorce años.
La pasión de Germán Velasco es la política pública, ha servido como gobernador de La Paz y como miembro del gabinete y asesor de tres presidentes en Bolivia.