Guadalupe Marroquín, artesana internacional: “Mi casa es Alaska; Anchorage, mi oasis”
por carlos matíAS
Guadalupe Marroquín
Sus obras de arcilla están inspiradas en la naturaleza salvaje, los espacios abiertos y las montañas de la patria dena’ina. Es Guadalupe Marroquín, artesana orgullosa de su herencia hispana.
Los primeros dieciocho años de Guadalupe Marroquín fueron en Michigan, en un pueblecito de veinte habitantes a orillas del río AuSable. “Éramos extremadamente pobres”, comenta. Pero pronto “la cocina de mi madre se hizo muy popular” y mis padres montaron un pequeño restaurante mexico-americano, único en la zona.
Desde los diez años, Guadalupe trabajó duro en el restaurante. Después de graduarse quería “conocer mundo” y recaló en Anchorage, el 4 de febrero de 1976. “Sabía que el mundo sería un buen lugar para explorar. Siempre me han atraído las montañas, los espacios abiertos, los lugares menos poblados y salvajes”. “Vine a Alaska con mi primer marido, con la Fuerza Aérea. Elegimos Alaska como destino en la lista de deseos de las Fuerzas Aéreas y no me sorprendió que nos lo asignaran, pues la demás gente prefería climas más cálidos”. Sin embargo, Guadalupe confiesa que ha sufrido cierto “desarraigo”: al no ser hispanohablante nativa, para algunos no es “verdaderamente mexicana” y para otros no es “verdaderamente estadounidense”. Ha habido gente a mi alrededor con esa actitud de “quién se cree que es” por su actitud atrevida e inquieta. Pero siento un gran valor en conocerme a mi misma y entender que tenemos que vivir nuestro propio viaje en este planeta magnífico, sin dejar que los demás aplasten nuestros sueños”, comenta.
La diversidad es lo que más le gusta de Anchorage. “Cuando viajo a otros lugares, echo de menos ver todos los colores de piel, oír todos los idiomas y acentos y saborear todas nuestras variadas comidas. Alaska es mi casa. Anchorage es un oasis del extremo norte, donde tenemos lo mejor en entretenimiento, artes, investigación científica, educación, atletismo y mucho más”.
Guadalupe Marroquín se convirtió en artista en enero de 2017, cuando tomó unas clases en la universidad de Alaska. “Compré un torno de cerámica. Mi pareja y yo creamos un estudio y construimos un horno de leña, a partir de un pozo de fuego de ladrillo. Desde entonces, hemos construido un par de hornos más, mejorados. Kelly, mi pareja,es el maestro del horno. Desde el 2017, he asistido a docenas de talleres en línea y presenciales, porque creo que el desarrollo de habilidades es un viaje que dura toda lavida.Además, recuerda que comencé esta aventura artística a los 61 años, y tú también puedes. Nunca es tarde para comenzar una nueva y satisfactoria aventura”. “El arte de la arcilla lleva tiempo y sólo hago obras cuando siento el corazón feliz y estoy conectada a esta tierra. Mi arte refleja mi amor por Alaska”.