Hugo Forest y sus multiples rostros “Nada es tan difícil. Uno puede hacer lo que se proponga” por KACIE GAZTAÑAGA
Forjar el propio camino desde dormir en el aeropuerto de Fairbanks hasta convertirse en un empresario exitoso en Anchorage podría tomar más de una vida. Sin embargo, en el caso de Argentino Hugo Forest, esto es sólo el gancho que atrapa a quien tiene la suerte de escuchar su historia de vida. En su juventud Forest soñaba con dejar su natal Argentina y explorar el mundo. Tras años de trabajo en la industria argentina de la construcción, la propuesta de trabajar en una fábrica en Nueva Jersey le abrió las puertas a una nueva vida. Así que se mudó a los Estados Unidos para tomar este empleo y al poco tiempo fundó un restaurante muy exitoso. Pero —“siempre hay un pero”, comenta Forest—, el dinero desaparecía tan rápido como llegaba porque el joven Hugo vivía en grande en los Estados Unidos. Bajo de fondos y con la certeza de que debía empezar de nuevo, Forest dejó su destino a la suerte, pues tenía que decidir entre dos opciones: viajar al Congo, donde eran requeridos mineros y soldados mercenarios, o en larse rumbo a Alaska, donde había manera de hacer dinero en la industria del petróleo. Imaginarán que cuando el globo se detuvo, su dedo apuntaba en Alaska. Su llegada al aeropuerto de Fairbanks en febrero fue un duro despertar. Con 50 dólares en su cuenta, sin contactos en Alaska y sin un sitio donde hospedarse, Forest comenzó a dudar de su decisión de atravesar el país. “Quería salir corriendo” —Hugo bromea sentado en un acogedor café de Anchorage, y nos cuenta que por suerte la policía del aeropuerto tuvo piedad del recién llegado que no tenía otro sitio para dormir. Sin pensar en el intenso frío, Hugo caminaba cada día durante hora y media por el centro de la ciudad, que entonces era aún más pequeña. Gracias a la generosidad de un restaurantero mexicano, obtuvo su primer empleo en la Última Frontera. Rápidamente aprendió los trucos del negocio, así que en cuanto quedó vacante una posición como cocinero ingresó sus papeles. Con frecuencia trabajaba catorce horas al día. No quería dejar de trabajar, pues no tenía adónde ir. Muy pronto Forest se percató de que existía una oportunidad: era empleado del área de seguridad en un bar de Fairbanks, cuando vio llegar a los trabajadores del oleoducto que gastaban mucho dinero. Fascinado, solicitó una posición en las plataformas petroleras y fue contratado. Esta oportunidad lo llevó a cada yacimiento del estado, desde Barrow hasta Valdez, durante los tres años que trabajó en el oleoducto. Y así logró conocer el interior Alaska mejor que muchos alaskeños. Recuerda que algunas veces la temperatura descendía hasta -80 grados Fahrenheit, un cambio tremendo en comparación con su vida en Argentina. Dejó el trabajo en la industria del petróleo para seguir la recomendación de un amigo que le sugería trabajar en Anchorage, una ciudad mucho más grande. Forest se acercó de nuevo a la industria de la construcción: limpió, pintó y trabajó como contratista. En su tiempo libre, entrenaba a las ligas del soccer juvenil. Desde entonces comenzó a revolucionar este deporte en Alaska, y atrajo hacia él la atención de gobernadores, legisladores y de las comunidades nacional e internacional. Su equipo, Spanish Plus, ganó el campeonato estatal durante quince años seguidos y fue el único equipo de Alaska en llegar a semifinales en el torneo nacional de la sub-20. Gracias a la dedicación de Hugo, los equipos alaskeños que él encabezaba jugaron torneos en Europa y Alaska fungió como sede de torneos nacionales de soccer. Como la esposa de Forest era puertorriqueña, la pareja y sus niños viajaban durante los inviernos a la isla. Fue ahí donde Forest se convirtió en entrenador. Recuerda que entonces se preguntó: “¿por qué Puerto Rico no participa con una selección en el Mundial?” Como el box y el béisbol eran mucho más populares en Puerto Rico, cuando llegó el momento de integrar a un equipo completo, Hugo tuvo que usar su creatividad. Tuvo la innovadora idea de reclutar a los puertorriqueños que jugaban en las universidades de los Estados Unidos y en 1994, el mismo año en que el legendario futbolista Diego Armando Maradona fue expulsado del soccer por dopaje, Forest capitaneó al primer equipo puertorriqueño en las eliminatorias para el Mundial USA94. El Huracán Azul (the Blue Hurricane), el equipo de la isla, nunca había llegado a ese nivel de profesionalismo y no lo ha vuelto a lograr desde entonces. “Siempre he pensado que los sueños se convierten en realidad”, argumenta Forest, tan seguro como siempre y aún lleno de optimismo. Después de tres años como entrenador, fue nombrado administrador general de los equipos nacionales en Puerto Rico. Con una devota vocación de servicio, Forest ha entregado gran parte de su vida a servir a su comunidad. Desde que adoptó a Anchorage como su hogar, no volvió la vista atrás. Él ayudó a crear el capítulo local de la Liga Unida de Ciudadanos Latino-Americanos (LULAC), que lucha por mejorar la condición económica, el nivel educativo, la influencia política, la vivienda, la salud y los derechos civiles de los hispanos en los Estados Unidos. Además, fundó el Club de Leones Latinos en Anchorage y sirvió como su presidente durante tres mandatos. A través de esta institución trabajó intensamente por las comunidades necesitadas. Su dedicación le valió el reconocimiento de muchos miembros del gobierno estatal, incluyendo al ex gobernador Bill Sheffield, quien lo nombró Hombre del Año.
Ahora un orgulloso alaskeño, Hugo es mejor conocido por ser creador de la serie Latinos en Alaska transmitida en Telemundo. Este programa semanal explora los distintos aspectos de la vida alaskeña, y también da cuenta de viajes fuera del estado. Hugo graba lo que le parece fascinante y desea que los latinos que viven en Alaska se maravillen con lo que los rodea. Durante los doce años que ha durado el programa, los viajes de Hugo y su equipo han llegado hasta Barrow e incluso han filmado el Iditarod desde un helicóptero. El programa ha transmitido también entrevistas con políticos, entre ellos el secretario de Estado, el gobernador y algunos senadores. Hugo asegura orgulloso que hoy día el voto latino ha cobrado importancia, que ahora incluso los candidatos a puestos políticos buscan el apoyo de la comunidad, entre otras cosas, gracias a programas como el suyo. Pese a haber creado la serie, Forest casi todo el tiempo está tras bambalinas, y prefiere que aparezcan a cuadro sus amigos y su hija. El entusiasmo con el que persigue sus sueños es contagioso: con tan sólo 12 años, su sobrina Victoria ha sido ya campeona nacional de karate durante los últimos tres años. Ella entrena de tres a cuatro horas cada día, competirá este año en los Panamericanos y quizá en los Juegos Olímpicos. Su hijo, Alain Hugo Forest, jugó con el equipo de soccer de Puerto Rico en los Juegos Olímpicos, y fue jugador profesional en Sudamérica por cinco años hasta que una fractura en la pierna truncó su carrera. Por el momento, Forest se dedica a su empresa North Pole Contractors, Inc. Cuando se le pregunta qué planea hacer por el resto de sus días, él responde que le parece que es tiempo de relajarse un poco, pero enseguida añade que en cuanto encuentre algo que despierte su interés, se arrojará por completo a ello. Hugo cerró su entrevista con estas palabras: “Nada es tan difícil. Uno puede hacer lo que se proponga. Yo he hecho todo cuanto me he planteado”. Lo decía con la satisfacción del hombre que parece haber encontrado el secreto para sacar el mejor partido de los años que le quedan por vivir.