Jozef Piotr Pawlikowski nació en Iquitos, un pequeño poblado en la Amazonía peruana. Cuando era niño el río Amazonas cruzaba por el boulevard de su ciudad. Jozef recuerda que era tan caudaloso que una vez “se llevó como una cuadra y media de la ciudad”. Después nos cuenta que para evitar esos deslaves la gente construía barreras que el río también se llevaba. Así que decidieron desviar su cauce. El Amazonas todavía cruza muy cerca de la ciudad, pero ya no la destruye.
En este espacio de negociación constante con la naturaleza, Jozef vivió sus primeros 16 años. Luego se mudó a Lima a estudiar en la universidad. Era la década de 1980, una época en la que el terrorismo asolaba el Perú. Dice Jozef: “Había mucha violencia y luego vino la crisis económica”. Su expresión se torna sombría: “Viví un par de experiencias aterradoras y decidí regresar a Iquitos”. De vuelta en casa, muy pronto comenzó a trabajar en el restaurante de su madre. Desde niño pintaba a la menor provocación, pero fue en ese periodo de reencuentro con la selva cuando vendió sus primeras obras. Dice Jozef que solía colgar sus pinturas en el restaurante. “Las personas que llegaban las apreciaban y a veces las compraban”. Pero el amor se llevaría a Jozef muy lejos. En el Amazonas, Jozef administraba la flota de cruceros de la familia. En uno de ellos, La Turquesa, cobijado en las entrañas de su selva amiga conoció a quien sería su esposa, Shelly, nacida en Anchorage. Tras varios viajes internacionales de visitas se casaron, y Jozef cambió el calor del trópico por el hielo boreal. Como tenía experiencia en la industria de la hospitalidad, muy pronto Jozef comenzó a trabajar en hotelería en Anchorage; también se empleó en una tienda de venta al menudeo. “Estaba ocupado todo el tiempo. No encontraba espacio para la universidad, ni para pintar”. Después de varios años, Shelly lo impulsó a retomar ambos mundos: “entonces comencé a estudiar Artes y Ciencias en UAA”. Jozef tenía estudios de psicología en la Universidad Ricardo Palma. Así que se interesó por vincular sus dos horizontes académicos y un día quisiera ofrecer terapia del arte. “Me gusta transmitir algún tipo de alternativa, para que las personas vean que siempre pueden encontrar un camino. En todo momento estamos rodeados de problemas, pero la experiencia del arte nos deja ver que siempre hay una salida”, explica el pintor. Y añade que para él la creación artística “siempre ha sido un desahogo, una salida”. Incluso dice que de niño cuando se sentía atribulado le gustaba “garabatear sus pensamientos”. “Para mis bosquejos y para mis garabatos uso solamente lapicero”, dice Jozef cuando se le pregunta sobre sus técnicas. “Ahora trabajo en acrílico y óleo. Anteriormente mezclaba acuarela con témpera, esmaltes para automóvil, lijas de colores y tinta”. De primera instancia pareciera que la experiencia de pintar en Alaska es muy distinta que la del Amazonas. Pero Jozef supo encontrar en este rincón del continente “la tranquilidad de mi ciudad cuando era niño”. Él relata que “la gente de la selva, como toda sociedad, a veces se muestra de forma caótica”. Y comenta que justo por ese caos natural, “la Amazonía ha sido abandonada por los gobiernos de Perú. Ha crecido de forma desorganizada. Se ha vuelto desbordante. Hubo una época en la que se volvió tierra de los cárteles de droga”. La vida cotidiana se ha vuelto muy distinta a la de la selva de su infancia. En cambio, Alaska le parece un sitio “pacífico e inspirador”. Y esta calma le permite evocar su selva personal: recientemente expuso en una muestra colectiva en el Alaska Humanities Forum una serie de piezas en la que pintó “toques de la Amazonía, como las victorias regias y las frutas tropicales, mezclados con cerámica de una tribu de la zona: los shipibo”. Pero en sus pinturas sobre la selva no sólo se escuchan los ecos de la nostalgia. Resuena en ellas también un canto de batalla: “siempre pinto piezas que hablan del hombre en su relación con el entorno. Quiero hablar del vínculo con la naturaleza también como un asunto social. Me preocupan el cambio climático, la tala inapropiada de la selva y los problemas ambientales generados por las compañías que se aprovechan de los países pobres”. A través de esta pregunta Jozef tiende un puente entre el Amazonas y el Ártico, dos regiones del planeta devastadas por la depredación humana. |