Gabriel García Márquez retrata en su novela “El general en su laberinto” la vida dramática de Simón Bolívar, quien, en sus últimos momentos exclama ”¡Cómo voy a salir de este laberinto!” Por muchos años, los venezolanos nos hemos preguntado lo mismo mientras el país cae en el abismo del colapso económico a causa de la hiperinflación. Mientras, el régimen de Maduro niega la existencia de una crisis humanitaria que se hace cada día más evidente en las súplicas de los pacientes que necesitan medicinas y en la creciente dificultad para obtener alimentos.
Durante el mes de enero, los venezolanos recuperamos la esperanza cuando Juan Guaidó asumió la presidencia interina y la restauración democrática con amplio apoyo nacional e internacional. Reconocido como el presidente legítimo, Guaidó representa la amenaza más poderosa para el régimen de Nicolás Maduro, quien tiene secuestrado el poder después del fraude de las elecciones del 2018. Maduro no ha permitido la entrada de ayuda humanitaria de la comunidad internacional y es el responsable del colapso del sistema eléctrico que, desde el 7 de marzo, lleva a la nación al borde del caos total. Todo esto en vez de abandonar el poder pacíficamente y aceptar que el mundo lo abandonó.
Al ver las imágenes de Venezuela hoy en día es fácil pensar en la derrota. Es más, la crisis sigue escalando y no se sabe qué habrá pasado desde el momento de escribir estas palabras. No obstante, el mundo es el testigo de una nueva sociedad civil, liderada por un presidente legítimo, dispuesta a cualquier sacrificio, incluso su propia vida. El mundo es también testigo de un usurpador cometiendo y celebrando violaciones de los derechos humanos mientras la república navega entre las tinieblas.
¿En medio de este laberinto qué nos queda a los que queremos ver a Venezuela libre? La esperanza, sin duda. Pero esta esperanza no debe ser inocente sino deliberada, basada en el compromiso total de una ciudadanía que lo ha dado todo y que no se quebranta a pesar de la oscuridad.
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