“Las minorías étnicas en los Estados Unidos llevan más de 500 años sufriendo la opresión de las clases privilegiadas. Se van haciendo progresos, pero muy poco a poco”. Quien habla así es la escritora Gabriela Olmos, mexicana de origen, que en el año 2016 se trasladó a Alaska y se casó con un ciudadano estadounidense. Ahora cumple cinco años en Anchorage como activista en la defensa de los derechos civiles y la igualdad de oportunidades de estas minorías. “Hay mucho camino por recorrer”, señala a Sol de Medianoche.
Gabriela Olmos es secretaria y oficial de Equidad en la Mesa Directiva de la Unión Estadounidense de Libertades Civiles de Alaska (ACLU), y miembro destacado de organizaciones por la defensa de los Derechos Humanos. Actualmente trabaja en la Universidad de Alaska, en Anchorage. Además, estudia desde 2019 Antropología en la Universidad de Alaska Fairbanks. “La discriminación que sufren las minorías viene provocada principalmente por el miedo que sienten las élites a perder su poder sobre ellas”, señala Gabriela. “Es una discriminación sistémica y muy difícil de erradicar, que se manifiesta en todos los aspectos de la vida, incluso en los pequeños detalles cotidianos”.
Gabriela enumera algunos ejemplos: “alguien que te mira mal porque no hablas perfectamente el inglés americano, o lo haces bien, pero con acento hispano; alguien que te hace de menos porque tu piel es más oscura y tu pelo es moreno; o por tus rasgos físicos, o por tus costumbres… Cualquier detalle por insignificante que parezca sirve para que alguien con prejuicios xenófobos y racistas te clasifique en una categoría de persona a la cual dar la espalda, o de lado; a ignorar, en definitiva”.
La controversia de las cámaras de la Policía Sol de Medianoche pregunta a Gabriela Olmos qué opina ella sobre la reciente controversia acerca de las nuevas normas de la Policía, para el uso de las cámaras que van incorporadas al cuerpo de los agentes. Estas cámaras sirven para que quede grabada una escena en la que dichos agentes se puedan haber comportado con mucha contundencia, con excesiva fuerza, o cuando alguno de ellos haya disparado, incluso, contra un sospechoso.
Hasta el momento, las imágenes eran de dominio público. De ahí que se hayan conocido y hayan dado la vuelta al mundo excesos brutales cometidos contra ciudadanos afroamericanos, como George Floyd en Minneápolis o Ma’Khia Bryant en Ohio, o contra hispanos como Adam Toledo en Chicago.
Sin embargo, las nuevas normas que se pretenden aplicar en Anchorage bajo el gobierno municipal de Dave Bronson pierden su condición de “imágenes públicas”, lo que ha provocado protestas de organizaciones por los derechos civiles. Estas organizaciones sospechan que, con dichas nuevas normas, los abusos desproporcionados de la fuerza de los agentes policiales pueden quedar ocultados por los propios agentes, al dejar de ser de dominio público, y por tanto esos excesos pueden quedar impunes. “Los colectivos sociales más desfavorecidos son los que van a pagar un alto precio por este ocultismo y secretismo, porque los abusos policiales quedarán encubiertos por los propios policías”, comenta Gabriela. “Es alarmante el número de ataques de odio que sufren las minorías en Alaska”, comenta Gabriela Olmos, “y no me refiero sólo a unos posibles abusos policiales. Los números están ahí y son sobrecogedores. Los afroamericanos, los hispanos, los asiáticos y los indígenas nativos de Alaska son lo que más sufren estos ataques, hasta el punto de pasar verdaderos momentos de miedo en las familias. Esperemos que la campaña que ha iniciado el FBI sirva para algo. Pero hay mucho trabajo por hacer en este sentido”.