“Más que un viaje apasionante, Alaska es una etapa vital” Por carlos matÍAS
Diego Saad ha viajado en moto desde la Patagonia argentina hasta Alaska. El trayecto le ha llevado los cinco últimos años, Ha recorrido 80 mil kilómetros, casi 49,710 millas, para un viaje de 13,277 kilómetros (unas 8,250 millas) que median entre su localidad natal, San Martín de los Andes, en Argentina, hasta Anchorage, donde Sol de Medianoche conversa con él.
“Desde siempre soñé con visitar Alaska. Ha sido el sueño de mi vida, que por fin he visto cumplido”, nos comenta Diego Saad. “Esta travesía en moto de los cinco años, que he empleado desde que salí de mi pueblo natal, en abril del año 2017, hasta mi llegada a este estado, el 20 de mayo de 2022, y a Anchorage, el 27 de mayo, han supuesto para mí mucho más que un viaje apasionante. Es para mí una etapa de la vida, una experiencia vital”.
Diego es guía de montaña, “y pienso seguir siéndolo cuando vuelva a casa”. Pero ahora, y durante estos cinco años de viaje, se ha dedicado a filmar un reportaje de cada detalle que le ha llamado la atención. “Se trata de narrar esta experiencia en un documental único”, dice Diego. Bueno, si no único, al menos sí que sea singular. Lo digo porque en un par de ocasiones me encontré con equipos de National Geographic haciendo lo mismo que yo, y a mí me extrañaba verlos a ellos, de la misma manera que ellos quedaban sorprendidos al verme a mí, sobre todo porque yo iba solo y ellos en equipo”.
Antes de su viaje a Alaska, Diego Saad ya tenía experiencia aventurera, “pues recorrí todo Sudamérica, hasta la Antártida. Pero Alaska tiraba de mí hacia el Norte. Me llamaba. Así que fui ahorrando para poder costearme esta experiencia de mi propio bolsillo, puesto que no tengo ningún patrocinador”. Y así, un buen día y después de una buena preparación, Diego Saad montó en moto sin saber lo que el camino le depararía, pero teniendo muy claro que su meta era Alaska, la “última frontera”, en el Ártico.
¿Cómo conviertes un viaje de casi 13.3 mil kilómetros en un trayecto seis veces mayor, de unos 80 mil? “Pues muy sencillo”, responde Diego, “no tenía rumbo fijo, ni tiempos marcados para cubrir ese trayecto. Iba y venía, volvía a los sitios donde ya había estado con anterioridad, porque me lo planteé como un periplo en el que disfrutar de cada detalle, conociendo y entendiendo las costumbres propias de cada localidad. Era una manera de enriquecerme de conocimiento vivido en primera persona y no me importaban ni la distancia ni el tiempo. Mi viaje sobrepasaba las dimensiones del tiempo y del espacio”.
Su experiencia más sorprendente ha sido ver cómo en determinados pueblos de Chile, “en Chiloé, la gente mueve sus casas cuando tienen que cambiar a sus animales de lugar, según sea verano o invierno. Mueven sus casas literalmente. Las construyen sin ser fijadas al suelo y unos bueyes tiran de ellas. Todo el pueblo se reúne para ayudar al vecino que se cambia de sitio. Es una fiesta”. Y su experiencia más inquietante, “cuando me quedé atrapado en México, sin poder salir del país a causa de la pandemia. Recorrí un desierto en el estado de Sonora que era territorio de narcotraficantes. De repente, tres autos vinieron hacia mí, con cinco hombres en cada auto, armados todos con metralletas. Pensé que era el último día de mi vida. Pero hablando con ellos vieron que era un viajero inofensivo y se calmaron. Ese día volví a nacer. Curiosamente, ese día era mi cumpleaños, el 16 de junio de 2020”.