Dogged Pursuit: Tracking the Life of Enrique Garfias, the First City Marshal of Phoenix, Maricopa County, Arizona, de Jeffrey R. Richardson, oscila entre la biografía de Enrique Garfias —periodista, ranchero, minero y hombre de familia— y una visión de Phoenix, Arizona en los tiempos de su fundación. Garfias nació en una familia hispana respetable en el área de Los Ángeles alrededor de en 1849. Cuando llegó a la edad adulta, Garfias se trasladó hacia el este, al territorio de Arizona. Eventualmente se interesó por aplicar la ley. Según uno de los largos avisos biográficos que se publicaron en torno a su muerte en 1896, “aunque Garfias era pequeño en estatura, era un gigante en la fuerza y no conocía la palabra miedo. Arizona cuenta con muchos hombres valientes, pero Henry Garfias los superaba a todos en su frescura y determinación, acompañadas de una manera de ser modesta y humilde”.
Una pequeña semblanza de Richardson proporcionada por el editor indica que Garfias era una de las figuras más prominentes en cuanto a la aplicación de ley en la época en que Arizona era un territorio. Mariscal de la ciudad de Phoenix, alguacil, suboficial de los Estados Unidos y sheriff adjunto del condado de Maricopa, a Garfias se le conocía como un buen tirador y un tenaz cazador de hombres: “Fervoroso del estado de derecho y orgulloso de sus orígenes hispánicos, Garfias fue muy respetado por su imparcialidad en la policía en una ciudad fronteriza a veces acosada por las tensiones raciales. Esta atractiva biografía confirma el lugar prominente de Garfias en los anales del suroeste de Estados Unidos”. Hace 25 años conocí a Jeffrey Richardson, autor de este volumen, en Alaska. Desde entonces he seguido su trabajo como periodista, como defensor de los derechos de los inmigrantes y como un “obstinado” investigador. Para Richardson, escribir la historia de Henry Garfias implicó revisar meticulosamente la hemerografía de aquel momento, además de documentos oficiales y jurídicos tales como órdenes de arresto, procesos judiciales e informes del forense. Al revisar los registros criminales y las publicaciones sobre el tema entre 1870 y 1890 sale a la luz una y otra vez cuán respetado era Henry Garfias por la prensa local y los residentes de la nueva ciudad de Phoenix. Richardson ha hecho una excelente labor al conjugar los altibajos de la vida de Garfias con su trabajo en la zona de Phoenix y sus alrededores. Garfias tenía una gran altura moral y sabía que la mejor manera de encarnar esos valores era como servidor público. Henry Garfias vivió su vida en gran parte a la vista del público, pues quería ser un ejemplo para los ciudadanos de Phoenix. Y en eso se convirtió. Si disfruta leer la historia del Oeste americano y está interesado en aprender qué papel jugó la población hispana en ella, en particular las historias sobre los primeros colonos, y los vaqueros, agricultores y mineros, este libro le garantizará horas de lectura disfrutable. |