Cinematografía en Anchorage por aurelia gonzalez
Anchorage no es una ciudad inmediatamente asociada con las artes. La mayoría de la gente, tanto fuera como dentro de Alaska, piensa en Anchorage más como un destino turístico que cualquier otra cosa. Sin embargo, Anchorage posee una gran diversidad en industrias y comunidades pequeñas y prósperas. Una de ellas es la comunidad cinematográfica, de la que he sido parte durante casi cuatro años.
Llegué a Anchorage con mi familia en 2012, después de vivir en varios estados de Norteamérica durante mi niñez. Mi padre era piloto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, así que mi familia se mudaba con frecuencia. Mi padre es puertorriqueño, mientras que mi madre es holandesa y norteamericana. Crecí cerca de mi familia paterna, viéndolos a menudo en días festivos, aunque mi padre nunca hizo el esfuerzo para enseñarnos, a mis hermanos y a mí, español, o involucrarnos en la cultura puertorriqueña fuera de estas reuniones familiares dos o tres veces al año. No soy bilingüe y desde que me mude a Alaska no he hecho muchos amigos latinos, ni he encontrado mi lugar en la comunidad. Mi familia vive actualmente en Eagle River, donde los norteamericanos son la “abrumadora mayoría”. Soy supervisora de guiones y asistente de director. Esto significa que soy responsable de coordinar los horarios y los diferentes departamentos en una película, así como de mantener la continuidad en el guión y el rodaje dentro de una producción. Me involucré en el cine como la mayoría de la gente en Anchorage, conociendo a alguien que ya estaba involucrado. Para mí, fue mi profesor de cine en King Career Center (ahora King Tech High School), quien me enseñó los conceptos básicos y me ofreció un trabajo voluntario en un largometraje rodado en Mat-Su Valley en el verano de 2017. En ese trabajo conocí a varios miembros de la comunidad cinematográfica independiente y aprendí habilidades importantes para participar en un largometraje.
Siempre me ha apasionado la narración de historias. Es una manera de conectarse con los demás y de entendernos a nosotros mismos y a los que nos rodean. El cine es una de las formas más intrincadas y difíciles de contar historias, pero está vivo y en buena situación en Alaska. Ganarse la vida como cineasta en Alaska es difícil. Cada película en la que he trabajado, en su mayoría cortometrajes, ha sido en calidad de voluntario. Todos los cineastas de Anchorage hacen películas porque les encanta hacerlo, no por ganar dinero. Y es exactamente por esto que esta comunidad es muy unida y generosa. Sin embargo, no es muy diversa.
En la primera película en la que trabajé, en 2017, fui una de las tres mujeres en un equipo de una veintena de personas. En los rodajes de cortometrajes, donde los equipos son mucho más pequeños, a menudo soy la única mujer. Sólo puedo pensar en una sola película en la que he trabajado donde había otro latino además de mí. La comunidad cinematográfica de Anchorage, al igual que la industria cinematográfica estadounidense en general, es predominantemente blanca y masculina.
Puede ser muy enajenante ser la única boricua en una comunidad en la que estoy tan involucrada. Pero hago películas porque me encanta contar historias y creo que es importante hacer arte incluso en circunstancias difíciles. Las historias reflejan la vida real. Nos permiten empatizar con personas que son diferentes a nosotros. Y con cada película en la que trabajo, tengo la oportunidad de mejorar a la misma comunidad conociendo gente nueva, algunas de las cuales se parecen más a mí. Muchas personas en Anchorage están interesadas en el cine, y es importante hacer un espacio para los que que quieren aprender más acerca de la escritura de guiones, trabajar con una cámara, actuar, o cualquier otra habilidad. Algunos eventos, incluyendo el Home Made Film Night en marzo y el próximo 24-Hour Film Royal, existen para atraer e involucrar a nuevos talentos que están interesados en la producción de cine. A veces me siento sola en la comunidad cinematográfica, pero sentirme sola no es lo mismo que sentir que estoy en una situación hostil, ya que siempre existe la posibilidad de mejorar. Al continuar contando historias, podemos hacer de Anchorage un lugar mejor.