COVID-19 Un virus contra las libertades ciudadanas POR CARLOS MATÍAs
El COVID-19 no sólo acaba con miles de vidas; es la excusa para recortar libertades ciudadanas. Para combatir la pandemia, los gobiernos cierran fronteras y confinan a las poblaciones, pese a su derecho a la libertad de movimientos en territorio nacional y en el “espacio Schengen” de la Unión Europea. Un espacio que abarca a 26 de sus 27 países miembros (todos menos Irlanda), que han abolido los controles fronterizos internos en la UE y que, para Luca Zaia, gobernador de la región de Véneto, en Italia, y camarada populista de Salvini en el partido Lega, “ya no existe”.
Los gobiernos suspenden los parlamentos y, en algunos casos, las elecciones para renovarlos, como las del País Vasco y Galicia, en España. Es como si las municipales del 7 de abril no hubieran tenido lugar en Alaska. En Francia, Macron fue llamado “irresponsable” por permitir la primera vuelta de las municipales galas, el 15 de marzo. Pero, tras una abstención histórica (más del 50%), suspendió la segunda vuelta, prevista para el 22 de marzo.
Con el pueblo confinado y sin oposición parlamentaria, algunos gobernantes ceden a la tentación totalitaria. Con el pretexto de evitar noticias falsas que siembren la alarma acerca del coronavirus, persiguen cualquier crítica a su gestión, sea sobre la pandemia o no. Quieren imponer “la verdad oficial”. Exigen a la población usar mascarillas por el riesgo de contagio, mientras le ponen mordazas.
Los datos de Reporteros Sin Fronteras sobre libertad de prensa en el mundo dejan a Estados Unidos en el puesto 45 de un total de 180 países, por detrás de Surinam, Botsuana o Burkina Faso, donde los gobiernos controlan a los medios, pueden encarcelar a periodistas críticos e imponer a los medios multas cuantiosas que les obliguen a cerrar.
España ocupa el lugar 29, con problemas semejantes a los de USA. El presidente republicano Donald Trump ha mostrado desprecio a los periodistas, cuando no odio. El presidente español Pedro Sánchez, socialista, y su vicepresidente Pablo Iglesias, populista, no han sido más respetuosos. Ambos ocultan la verdad con sus palabras y llaman “Estado de Alarma” lo que de hecho es un “Estado de Excepción”. En Chile y Líbano hay “toque de queda”.
Casi todos los gobiernos vigilan a su población con medios tecnológicos, como en la totalitaria China. Rastrean las comunicaciones y controlan los movimientos de los ciudadanos con la geolocalización de sus teléfonos móviles. En Israel, el primer ministro Netanyahu ha autorizado tecnología antiterrorista para seguir a pacientes con covid-19. Estamos llegando a extremos de los que muchos temen que no haya retorno. El presidente español Sánchez lo llama “nueva normalidad”, que evoca de forma inquietante al “Ordine Nuovo” fascista de la Italia de los sesenta. En Hungría, el populista Orbán impone su “democracia iliberal” y acumula más poder que ningún otro gobernante europeo. En Tailandia, Camboya, Venezuela, Bangladesh y Turquía se detiene a periodistas, sanitarios, opositores y a cualquier crítico con la gestión de sus gobiernos frente al coronavirus. Habrá un “antes” y un “después” de la pandemia. Pero en el “después” el futuro ya no será lo que era en el “antes”.