El pasado 5 de septiembre, el presidente de los Estados Unidos puso fin al programa conocido como DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals). Esta decisión es inmoral, pues pone en riesgo a las familias y remueve del país a americanos que trabajan con afán. El presidente Trump dejó claro que sólo quiere que las mejores personas y las más brillantes lleguen a nuestro país. Los recipientes de DACA lo son, de modo que el Congreso debe aprobar las leyes que les permitan quedarse.
DACA protege a los niños que fueron traídos sin documentos a América por sus padres. Muchos de ellos crecieron en América, hablan inglés como lengua primaria, asisten a nuestras escuelas y juegan con nuestros niños. Los recipientes de DACA fueron criados en nuestra cultura, miran los mismos programas de televisión que nosotros y aportan millones de dólares a nuestra economía. Ellos son nosotros. Son americanos sin el papel oficial que la mayoría de nosotros damos por sentado. Muchos recipientes de DACA, o “DREAMers”, no saben que son indocumentados hasta que solicitan un trabajo o buscan entrar a la universidad. Ellos no pueden acceder a la ciudadanía, lo que significa que pueden ser deportados a un país donde quizá no conozcan a nadie, un país cuya lengua les puede resultar desconocida y donde tal vez tendrán que construir sus vidas por su cuenta. El programa DACA garantiza a estos DREAMers la posibilidad de permanecer en este país si trabajan duro, pagan impuestos y contribuyen de forma positiva a su comunidad. Para ser elegible al programa DACA, los solicitantes debían cumplir criterios estrictos. Y para renovar su status, son sometidos a un examen exhaustivo anual en el que se verifica su situación laboral, su pago de impuestos y sus registros legales. En dicho examen también deben demostrar que contribuyen de forma positiva a la comunidad. Los DREAMers pagan $500 cada dos años para inscribirse en el programa. Para aquellos preocupados por la seguridad pública, los recipientes de DACA no deben haber sido condenados por ninguna felonía, ni por cometer delitos graves como manejar en estado de ebriedad o bajo la influencia de alguna droga, o tres delitos menores de cualquier tipo. Así, los DREAMers son realmente los mejores y los más brillantes de los Estados Unidos. Alaska es hogar de más de 130 jóvenes y adultos jóvenes que detentan DACA. Estos DREAMers contribuyen a nuestra cultura y lugares de trabajo, y aportan $8.6 millones a nuestro PIB anual. ¿Podemos realmente darnos el lujo de enviar lejos a la gente que trabaja en la situación fiscal que atravesamos hoy día? Los DREAMers trabajan con nosotros, van a la universidad con nosotros, y sirven en el ejército junto con nosotros para defender nuestro país. Está en todos nosotros organizarnos y trabajar juntos para defender a los DREAMers y asegurar que el Congreso apruebe las leyes necesarias para que permanezcan aquí. La senadora Murkowski se ha sumado a una iniciativa federal que los protege, y le agradecemos este empeño. Es nuestra responsabilidad llamar y escribir a los senadores Murkowski y Sullivan, lo mismo que al congresista Don Young para que se aseguren que la legislación sea aprobada a tiempo para mantener a los habitantes de Alaska aquí, en su casa. |