En uno de sus cuentos más famosos, el escritor argentino Jorge Luis Borges compara a la biblioteca con un universo de galerías en los que un visitante encuentra posibilidades ilimitadas. Cada elemento de una biblioteca es una puerta abierta a mundos de fantasía, de conocimiento, de historia, de inteligencia. Esta idea de la biblioteca como un pasaje entre varios mundos ha guiado la renovación de la Biblioteca Loussac, en Midtown.
Sin embargo, más que ser una puerta —explica la arquitecta mexico-norteamericana Mónica Sullivan, cabeza de diseño en el proyecto— la biblioteca fue pensada como un portal, que es una puerta abierta. Pero “la idea de portal es más fuerte porque es monumental”. Así, la nueva Biblioteca Loussac, con sus grandes ventanales, es un umbral acogedor entre la vida al interior del edificio y lo que sucede al exterior. Al iniciar la obra en 2011, una de las preocupaciones del equipo que se encargaría de dar un nuevo aspecto a la Loussac fue hacer un análisis de lo que la comunidad pensaba que debía ser mejorado en el viejo edificio. Muchos de los usuarios coincidieron en que era difícil entrar a la biblioteca. Además, Sullivan señala, “la entrada en el segundo piso tenía problemas de oxidación e impedía la entrada de la luz a la biblioteca”. Así que entre sus primeros objetivos se encontraban quitar la vieja entrada y la calle que cruzaba frente a la biblioteca, pues era peligrosa para los niños. Su equipo creó en su lugar una pequeña plaza para actividades comunitarias afuera del primer piso, y ahora, gracias a su entrada de cristal, la Loussac es un portal de luz. La biblioteca es también un portal de conocimiento y, en pleno siglo XXI, éste no se busca únicamente a través de los libros. Pero los constructores de aquel viejo edificio de la década de 1980 no podían imaginar la revolución digital que hoy vivimos. Así que Mónica y el equipo de la firma RIM Architects tuvieron que adaptar el espacio de la biblioteca al momento contemporáneo, y abrieron áreas para el uso de computadoras. Así habrá “un mejor balance entre los libros y la tecnología”. La Biblioteca Loussac tradicionalmente ha sido un punto de encuentro de la comunidad. Para reforzar esta idea, en la renovación se abrieron espacios comunitarios, salas de conferencias, salas de juntas y el gran atrio con cafetería en el primer piso. También con el objetivo de que la biblioteca propicie la convivencia comunitaria, se automatizó la recepción de libros. El nuevo sistema hará una primera separación de libros por categorías y los llevará al piso en el que serán reubicados en los estantes. Conscientes de que la biblioteca es también un espacio de reflexión, Mónica y su equipo también ampliaron los espacios para la lectura en solitario. De esta manera la biblioteca también cumple una función como portal de encuentro con uno mismo. El portal de la percepción es el nombre de una de las tres obras de arte público que se incorporaron a la biblioteca a través del programa 1% Arte. Creada por Richard Cawley Studios, esta escultura suspendida puede apreciarse desde tres de los cuatro pisos de la biblioteca. El portal de la percepción reproduce en metal la representación científica de un ojo. El frente del ojo se puede mirar desde el atrio de la biblioteca. La pupila tiene un juego de espejos que reproducen al infinito la imagen de quien mira la pieza desde abajo. Pero este reflejo nunca es idéntico. Enzina Marrari, curadora del Programa 1% Arte, señala que alrededor de la pupila hay un juego de luces que cambian de forma constante gracias a un algoritmo, así que la imagen del espejo nunca es la misma. El portal de la percepción da cuenta de cómo lo que captamos por medio de nuestros sentidos se transforma en conocimiento. “El ojo es el portal. Los cables que lo sostienen son la red neuronal, y los objetos suspendidos en la parte superior dan cuenta de lo que hemos percibido y se transforma en conocimiento”, explica Marrari. Cada objeto cuenta una historia. Entre las piezas que cuelgan está, por ejemplo, un kayak realizado por Andrew Abyo, artista nativo de Alaska. También se encuentran imágenes de Buda, Moby Dick, un sextante, un nomeolvides (flor emblemática de Alaska) y la réplica en miniatura del esqueleto del dinosaurio encontrado cerca de Fairbanks. Así, la pieza de Richard Cawley Studios da cuenta de cómo la biblioteca es también un portal a la imaginación, al conocimiento y a la sabiduría. A través de la obra de la inupiaq Holly Mitiquq Nordlum en el buzón para la devolución de libros, la biblioteca se convierte también en un portal que nos conecta con otros tiempos. Y es que la pieza de esta joven artista cuenta una historia tradicional, cómo el caribú obtuvo el sentido del olfato. Nordlum “quería hacer honor a la tierra de Anchorage, a su historia y a la cultura de esta región que ha sido habitada por los Dena’ina desde hace mil años”. La tercera y última obra de arte público que se colocará en la biblioteca está destinada a la sección infantil. Se trata de una pieza del ilustrador Owen Tucker, que incluirá un mural en las puertas de entrada y salida, y decoración de colores en los ventanales de esta área de la biblioteca. El personaje central es un búho que recibe a los niños en la puerta de entrada y los despide en la salida transformado en robot. Con esta pieza, la biblioteca se convierte también en un portal a la fantasía y a un mundo donde cualquier maravilla puede suceder. Así, la nueva Biblioteca Loussac es, como el cuento de Borges referido al inicio, una puerta abierta, un portal que nos transporta hacia mundos posibles, incluyendo también el corazón de nuestras culturas. Es un portal abierto a la diversidad, pues alberga libros en varios de los idiomas de los residentes de Anchorage. Las dos colecciones más grandes son las de ruso y español. |