Borikén, ¡la isla de encanto!
Cuando estudié historia de Puerto Rico en la escuela superior, mi libro de texto decía que la armada estadounidense había llegado a las costas de nuestras islas por invitación. Cuando llegué a la Universidad, aprendí y entendí que los Estados Unidos de Norteamérica (EUA) invadieron nuestro archipiélago en el 1898 entrando por el área de Guánica (Sur de Puerto Rico).
Desde el año 1917 los puertorriqueños somos nacidos ciudadanos estadounidenses. El estatus político del archipiélago de Borikén (también conocido como Puerto Rico) es un territorio, libre y asociado. Puerto Rico es, como muchos la llaman, la última colonia de los Estados Unidos. Los puertorriqueños somos la mezcla de tres razas: taíno, africano y español. Las tres razas siguen vivas en nosotros, nuestra progenie, cultura, lenguaje, religiones, música, comida y nuestras tradiciones. Para EUA somos los ciudadanos de segunda y a veces de tercera clase. Somos las mujeres y los hombres que podemos ir a la guerra a defender la bandera de EUA, pero si resides en la Isla no tienes derecho a votar por el presidente que te envía a tal guerra. En el 2017 fuimos impactados seriamente por dos huracanas. El segundo, el huracán María, se llevó todas las hojas de los árboles, los techos de las casas y dejo al desnudo un país de infraestructura frágil a causa de décadas de corrupción y de una gobernanza pobre. Todo tardó en llegar. La ayuda, las agencias federales encargadas de atender este tipo de emergencia y el presidente número 45 fue públicamente denigrante. Trato a un pueblo en crisis con una seria falta de empatía, compasión y responsabilidad. Fueron más de 4,000 vidas que se perdieron a raíz de esta emergencia tropical climática. Era enfurecedor para el puertorriqueño ver como se minimizaba la crisis y las muertes de nuestras madres, padres, primos, hermanas, tíos, tías, los hijos e hijas y muchos de nuestros ancianos. Jamás olvidaré el dolor que sentí cuando vi la imagen de un “SOS necesitamos agua y comida” pintado en una calle en Punta Santiago. De recordarlo se me hace un taco en la garganta. Pero las adversidades siempre presentan oportunidades para el que tiene la creatividad y el deseo. De esta experiencia ha surgido un nuevo movimiento para reclamar nuestras tierras y espacios agrícolas, se desarrolla la autogestión y los pequeños negocios a las orillas de la carretera donde se venden los frutos de nuestra tierra. Se comienzan a crear comedores sociales. Crece el movimiento de independencia energética y sustentabilidad. Y se continúa promoviendo la gestión local para la conservación de tierras y evitar la pérdida de terrenos a manos extranjeras. La naturaleza tropical se renueva y da paso a un crecimiento de nuevo bosque, nuestras especies que, así como nosotros los Boricuas, están preparadas ancestral y biológicamente para resistir y florecer en el ambiente caribeño. A principios de este año el país fue estremecido por una serie de terremotos que han dejado a relucir la ineficiencia de lo que implica ser una colonia de un país que no nos quiere. Y los pueblos del sur continúan recuperándose y luchando por su bienestar. Semanas después de los temblores, cuando los líderes comunitarios buscaban ayuda, se descubrieron miles de suministros de emergencia que el gobierno nunca repartió después del huracán María. Así, un pueblo harto y enfurecido tomó las riendas del manejo de esta última emergencia. Siendo los líderes comunitarios y muchos puertorriqueños dentro y fuera de Puerto Rico que volvían a hacer un esfuerzo heroico, como en el huracán María, para ayudar a sus compatriotas. Unos meses más tarde comenzamos a lidiar con una pandemia que continúa expandiéndose en nuestra isla. No hay huracán, terremoto, pandemia o coloniaje que haya podido opacar el fuego boricua. Una raza que se levanta todos los días y sale a la calle a meterle ganas, a inventárselas. Con optimismo, con una sonrisa, con sudor en la frente, floreciendo como el monte después de la tormenta. La Dra. Samarys Seguinot Medina es boricua de corazón! Científica de salud pública y ambiental, y residente enAnchorage, Alaska. |