En mayo, Liz Cheney fue revocada del cargo de jefa de la minoría de la cámara de representantes después de su crítica a Donald Trump. Esta movida sin precedentes fue lógica debido a que gran parte de ese cargo involucra comunicar las ideas del partido. Su incongruencia con el resto del partido republicano la hubiese imposibilitado para ejercer el cargo. Aun así, me causó dudas sobre el futuro del partido republicano. En junio, escribí un artículo titulado: “La remoción de Elizabeth Cheney: Causas, Disputas y Consecuencias” en donde preguntaba si el Trumpismo era un requerimiento para ser un político republicano. El 13 de noviembre, el partido republicano de Wyoming me dio la respuesta: sí.
En Buffalo, Wyoming, la reunión del comité central del partido republicano estatal se reunió para votar si se adoptaba una resolución que desconocía a Cheney como miembro del partido. La moción fue aprobada con 31 votos a favor y 29 en contra y aunque parece extrema, hay que aclarar algunas confusiones. Primero, aunque parece que Cheney tiene algunos aliados en el comité, lo que se puede ver por la cercanía del resultado, los que votaron en contra lo hicieron para “dejar de darle publicidad.” Segundo, ningún cuerpo privado o político puede limitar la afiliación de un partido. Cheney sigue siendo una representante republicana; la moción fue simbólica.
El razonamiento del partido republicano de Wyoming es similar al de su remoción en la cámara baja (criticismo a Trump). Parece entonces apropiado concluir que, por lo menos para las elites republicanas en Wyoming, el Trumpismo es requerido para ser políticamente viable. Además, esto es otro punto en la tendencia nacional de hegemonía Trumpista republicana. Debemos esperar hasta las elecciones de 2022 (especialmente en Wyoming) para ver si los votantes están de acuerdo.
Esta tendencia es interesante, muestra una especie de disonancia cognitiva en el partido, dividiendo la retórica de las actitudes políticas. El partido republicano tiene una tradición retórica consistente que mantiene las normas clásicas del libre mercado, fundamentalismo constitucional y estructuras familiares tradicionales. Incluso Trump usó esta tradición retórica con su “Make America Great Again” (Hagan a EE. UU grande de nuevo), pero en práctica, el Trumpismo se alinea más con el intervencionismo económico con la implementación de tarifas y subsidios y con el revisionismo constitucional, con sus desafíos de las normas democráticas. Los críticos republicanos de Trump son la minoría, lo que hace que mientras esta revolución fracciona el partido, conservadores tradicionales como Liz Cheney, pierden el control de la retórica de partido que los identifica. Pero, los estados republicanos todavía pueden sorprendernos. En Texas, por ejemplo, el representante republicano crítico de Trump, Dan Crenshaw, es bastante popular. Una coalición amplia que incluya ambos tipos de conservadores, en vez de dividirlos. traería mejores resultados electorales para los republicanos. Pero, quizás las facciones estén tan separadas políticamente que el ataque inter-faccional sea lo mejor. Lo único que está claro en la política estadounidense es que nada está claro.