conozca al músico que enseño a bailar ritmos latinos a los residentes de anchorage por gabriela olmos
Era la Nochebuena de 1998. Héctor Ortiz conducía una camioneta de FedEx vestido de Santa Claus para entregar regalos a los niños desfavorecidos de Anchorage. Héctor tiene la piel morena, así que algunas veces los niños se desconcertaban con el contraste entre su rostro oscuro y la barba blanca del disfraz de Santa Claus. Pero la confusión de los niños se disipaba tan pronto como aparecían los regalos que llegaban a Mountain View o Fairview gracias a la creatividad de Héctor, a la generosidad de un grupo de voluntarios y al altruismo de la compañía de envíos. Héctor le había propuesto esta idea a su jefe cuando trabajaba para Fedex, repartió regalos como Santa Claus por dos años, y después se retiró.
Pero más que por ser un Santa Claus moreno, Héctor Ortiz es recordado entre la comunidad latina por su música. Nacido en Puerto Rico, Héctor dejó la isla a los diez años para vivir en Nueva York. Más adelante se mudó a Cleveland. Ahí ingresó a la Fuerza Aérea, y fue a través de los militares que llegó a Alaska en 1979. Héctor aprendió el gusto por la música de sus padres. Él recuerda que desde pequeño su mamá lo llevaba a sitios a cantar. Muy joven comenzó a tocar los tambores. Sus primeras presentaciones en público fueron con bandas que tocaban soul, jazz, blues y rock. Héctor se integraba a estos grupos siempre que hacían falta percusionistas.
Cuando llegó a la Fuerza Aérea en Alaska también comenzó a tocar música americana. “No había en la base una comunidad hispana lo suficientemente interesada en la música como para integrar una banda”, dice y explica que sin embargo en su corazón sonaba con fuerza la música latina: la salsa, el merengue, la cumbia y la bachata.
Cuando Héctor finalmente integró una banda hispana la llamó La Conexión Latina. Anteriormente había una banda que se llamaba La Conexión, que se había desintegrado. Dice Héctor: “Cuando yo llegué me compré todo el equipo y comencé a hacer el negocio para formar una nueva banda”. Al principio el grupo tenía trece integrantes. Tocaban con intérpretes de trompetas, trombón, saxofón y tres cantantes al frente. “La mayoría tocábamos salsa y merengue. Éramos todos isleños”.
A inicios de la década de 1990, con su banda recién creada, Héctor organizaba bailes en los distintos salones de la ciudad. “No hay muchos salones en los que no hayamos tocado”, dice y explica que repartían volantes para anunciar los bailes y que generalmente los sitios se llenaban.
Al principio, Héctor y su banda tocaban sólo música caribeña. Comenzaron a sentir la necesidad de diversificar su repertorio cuando Chepos Mexican Restaurant trajo a un grupo que tocaba música mexicana. Muy pronto Héctor comprendió que si quería conservar a un amplio público, además de salsa y merengue tenían que tocar rancheras, cumbias, bachatas y todos los otros géneros de música latina. Cuando se abrieron a otros ritmos, La Conexión Latina perdió a tres de sus integrantes. Pero la apuesta de Héctor resultó acertada, pues muy pronto llegaron nuevos músicos.
Una vez que se acomodaron con sus nuevos ritmos, los miembros de la banda sintieron la necesidad de tocar en un lugar de manera permanente. Así que se instalaron en lo que se llamó el Club Soraya. Éste era el único club de la ciudad donde los jóvenes podían asistir acompañados con sus padres. La intención de Héctor con ello era replicar el ambiente familiar de las fiestas latinas.
Héctor cuenta orgulloso que su banda tuvo la satisfacción de iniciar a muchos americanos en el gusto por los ritmos latinos. Cuando se presentaban a los bailes personas que no eran de origen hispano, La Conexión Latina les daba lecciones gratuitas de baile. Héctor habla español e inglés con fluidez. Así que para él resulta muy fácil cantar una melodía en español y traducirla al vuelo para cantarla en inglés. Héctor hacía estas traducciones por diversión, pero resultaron instrumentales para acercar a los no hispanos a la música latina.
Además de presentarse con su banda en el Club Soraya, Héctor organizó cada año entre el 2004 y el 2011 el Festival de Verano de la Comunidad Latina. Héctor explica que el objetivo de estos festivales era compartir la cultura de los hispanos y conocer las expresiones musicales de la diversidad de Anchorage. Así que en los festivales, además de bandas latinas, se presentaban grupos filipinos, samoanos, hmongs, y de otras culturas. Y lo mismo sucedía con la oferta culinaria, que era una invitación a experimentar los sabores de la diversidad. Pero organizar cada uno de estos festivales era un trabajo inmenso que siempre recaía en tan sólo dos o tres personas. Así que no pudo seguir adelante.
La comunidad también cambió con el tiempo. Cada vez más jóvenes hablaban inglés y ya no necesitaban ir a un club hispano para conocer a otros jóvenes. Los hispanos que bailaban al ritmo de La Conexión Latina envejecieron. También la música cambió: las nuevas generaciones hicieron a un lado la salsa y la cumbia para bailar hip hop y otros ritmos con un espíritu distinto. Con el ocaso de una época, Héctor tuvo que cerrar su club. “Ya pasó el tiempo de lo que yo hacía. Ahora toca el momento de relajarse”, dice Héctor recordando a esa generación de habitantes de Anchorage a la que puso a bailar ritmos latinos. Quizá también pensaba en aquellos niños pobres que un día vieron llegar a un Santa Claus moreno y que ahora saben que la generosidad también tiene nombre hispano.