ICE, el “Estado de terror”
Les llaman “xenófobos”, pero no les importa; les llaman “racistas”, pero no les importa; les llaman “nazis”, pero no les importa. Son agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (U.S. Inmigration and Customs Enforcement), cuyas siglas son aterradoras: ICE. Se limitan a “cumplir la ley”, repiten una y otra vez. La “ley” de “Tolerancia Cero” que Donald Trump implantó con acciones ejecutivas, sin respaldo del Congreso. “Ley” que trata a los inmigrantes indocumentados como delincuentes y los separa de sus hijos... Pero no les importa.La presión internacional, las protestas incluso de los gobiernos aliados más fieles a Washington y hasta la condena del Papa Francisco por ser una política “inmoral” tampoco importaban al inquilino de la Casa Blanca. Tuvo que ser un juez federal de California quien ordenase poner fin a la “Tolerancia Cero” para que Trump, visiblemente enfadado, firmase a regañadientes su revocación en junio de 2018. En este tiempo, los niños separados de sus padres inmigrantes se contaron por miles. Casi seis mil, según varias agencias federales.
Si la revocó en 2018, ¿por qué escribo que la ICE “separa” a los inmigrantes de sus hijos, en tiempo presente? Sencillo: un año después de tal revocación, en julio de 2019, la ICE de Trump seguía segregando a padres e hijos inmigrantes. Casi un millar de niños en sólo ese año. Y aún hoy, existen testimonios de que los sigue separando. Suma y sigue. La Unión para las Libertades Civiles en América (ACLU) lo ha denunciado a los tribunales. Tolerancia en el pasado Escribo en primera persona, contra mi costumbre de periodista, para contar mi propia experiencia. En marzo de 1990, obtuve permiso para convivir durante seis días con la policía de Nueva York, en el precinto (comisaría) de El Barrio, el Harlem Hispano, el ‘guetto’ más peligroso de Manhattan. Los policías que conocí no tenían nada que ver con la ICE, aún inexistente. Los agentes Lozada, Funaro, Guilfoyle, Delmaestro, Veaz, Kaminski y Reeves a las órdenes del capitán Dogherty y los tenientes Mccullough, Lacyo y Holtz, eran tolerantes con los “sin papeles”, mientras que estos no cometiesen delitos. Ni en Nueva York, ni en Filadelfia, ni en Baltimore, ni en Washington DC, ni en Chicago, ni en Rochester, ni en Minneapolis sufrí el menor gesto de rechazo por mi aspecto hispano, al ser español. El presidente de Estados Unidos era George Bush (el padre) y faltaban once años para la masacre del 11 de septiembre, que cambió a la sociedad estadounidense. Un fruto del terror La ICE fue consecuencia de la Ley de Seguridad Nacional de 2002, fruto de aquel salvaje atentado terrorista. La ICE se creó en marzo de 2003. Pero no fue hasta la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos, que en enero de 2017, cuando las siglas ICE se tornaron sinónimo de terror para los inmigrantes sin papeles, incluso para los más arraigados e integrados en la sociedad estadounidense. Los agentes de la ICE se hacen pasar por policías cuando en realidad son funcionarios administrativos. Entran en las casas de los inmigrantes con amenazas y engaños. Los detienen y encadenan como animales, delante de sus hijos pequeños y esposas. Y, de paso, se llevan también detenidos a todos sus acompañantes, a los que ICE llama “colaterales”. Una serie documental de Netflix muestra esta cruda realidad, serie cuya emisión ha querido impedir Donald Trump, al menos hasta que se celebrasen las elecciones a la presidencia. Pero no ha podido. “¿Dónde están los americanos buenos?” “¿Dónde están los americanos buenos?”, se pregunta en el documental de Netflix un “sin papeles” separado de su hija de cinco años, recordando que cuando era pequeño los soldados de los Estados Unidos les llevaban alimentos y caramelos a su aldea. “La ICE separa familias como los nazis hicieron con los judíos en Auschwitz”, se ha leído en pancartas de manifestantes que exigían la abolición de la ICE. Pero a los agentes de ICE, fríos como el hielo, no les importa. Así empezaron las juventudes hitlerianas y las temidas SS. Pero a Trump y a sus “soldados” de ICE no les importa. Pero a nosotros si nos importa. Nos importa porque reconocemos a esa niña, asustada y pidiendo ayuda. Ella tan fácilmente podría haber sido un familiar, un amigo, no importa. Reconocemos el llamado a la humanidad cuando la escuchamos. Esos soldados nazis en Auschwitz perdieron su humanidad. Los agentes del ICE y sus acciones de “Tolerancia Cero” han perdido su humanidad. En noviembre, recuerda ese llamado a la humanidad. Nuestra elección es clara. Seamos esos americanos buenos por los que el padre indocumentado está preguntando. |