En enero tuve la suerte de participar en mi primera peregrinación tomando parte en la Jornada Mundial de la Juventud, que este año se celebró en Panamá. Para mí, fue una hermosa y transformadora experiencia como ninguna otra. Cientos de miles de personas de todo el mundo viajaron a este evento. No sólo fue increíble conocer gente con diferentes culturas de países diferentes, fue sorprendente ver a tantas personas que se unieron en una creencia común que es mucho más grande que ellos mismos. No importo qué idioma, o qué continente, el color de la piel o la edad, todos teníamos algo en común y eso era Dios.
Siempre he escuchado cómo la religión y la iglesia católica han causado angustia y separado a personas en ciertos períodos de su historia, pero este fue un ejemplo glorioso de cómo Jesús y el catolicismo realmente pueden unirnos a todos. Simplemente había un buen ambiente; era como si realmente pudiera sentir la santidad, el amor y las oraciones de todos los presentes elevándose a mi alrededor. Fue fascinante ver a tantas personas en una relación tan cercana con Dios, una a la cual aspiro tener.
El viaje estuvo lleno de reflexión y aprendizaje acerca de las maneras en que Dios trabaja a través de nosotros y nos ama. Pero, sobre todo fue un honor el poder haber visto al Papa Francisco, ¡y haberlo visto de tan cerca también! Sus palabras fueron tan sabias que estoy eternamente agradecida de poder haber estado en su presencia. El habló con nosotros, los jóvenes, acerca del amor de Dios por nosotros. Somos la juventud de hoy, no del futuro o del “mientras tanto”.
El papa Francisco nos habló acerca de cómo debemos tener el coraje y el amor por Dios que Maria tenía, porque tenemos lo que se necesita para hacer algo grande, para dejar una huella positiva en nuestras vidas y en la vida de los demás.
La Jornada Internacional de la Juventud 2019 en Panamá fue una experiencia única y esclarecedora. Espero con ansias asistir a futuras Jornadas Internacionales de la Juventud y crecer en mi fe.