La ley para reducir la inflación Una ley bien intencionada y polémica Por carlos matías
La Ley de Reducción de la Inflación (Inflation Reduction Act, por su nombre en inglés) es el mayor paquete de medidas sobre la defensa del clima y las energías renovables que ha tomado el Gobierno de los Estados Unidos en su historia. Sin embargo, no todos creen en sus ventajas. Samarys Seguinot-Medina, directora de salud ambiental de Alaska Community Action on Toxics, comenta lo que tiene de bueno y de malo esta norma.
¿Se podría decir que la ‘Inflation Reduction Act’ pudiera convertirse en una “ley de la IRA”? El acrónimo de su nombre en inglés induce a pensar esto por los argumentos a favor y en contra. Esta ambiciosa ley, de 725 páginas, no se enfoca únicamente a contener la inflación, sino que incluye inversiones históricas en materia de medio ambiente, energías renovables y salud pública.
Pero sus detractores, como la Red Ambiental Indígena (“Indigenous Environmental Network”), dicen que “está plagada de disposiciones anti ambientales, dinero y maniobras legales que socavan gran parte, si no todo, de lo bueno que puede crear (…) Agiliza el proceso de concesión de permisos para la construcción de oleoductos de combustibles fósiles, minas de carbón y plantas químicas (…),Ofrece una nueva superficie de 700 millones de acres (2,830,000 Km2) de tierras y aguas públicas para la perforación de petróleo y gas durante la próxima década y subvenciona las perforaciones y el fracking”.
“Me siento dividida cuando pienso en los beneficios y desventajas de esta nueva ley”, dice Samarys Seguinot-Medina, directora de salud ambiental de Alaska Community Action on Toxics. “Por un lado, es un excelente comienzo para empezar a manejar los problemas tan serios que estamos afrontando en economía y Cambio Climático. Por otro lado, se queda corta al lado de la magnitud de los problemas que nos aquejan”. “Quiero decir que considero que es un buen comienzo. Pero es sólo un comienzo”, añade Samarys. “Hay que seguir trabajando y hacer mucho más. Diseñar un Plan Estratégico ampliando las leyes en una estrategia internacional, no sólo en Estados Unidos, sino a nivel mundial”.
Samarys Seguinot-Medina considera que “los efectos del Cambio Climático se ven claramente en el Ártico y en Alaska. Afectan a la alimentación de los pueblos indígenas, a la seguridad alimentaria, a la comida de la gente, al salmón, que es su medio de subsistencia… Las aguas de la Bahía de Bristol están contaminadas por los residuos industriales, y esa contaminación llega a los polos. El impacto se triplica y los esfuerzos se tienen que triplicar también. Hay que estar a la altura del problema”.
Respecto a las explotaciones de hidrocarburos y gas para afrontar la crisis energética, Samarys considera que “sería excelente ceñirse al Protocolo de París, al que Estados Unidos ha vuelto después de que Trump nos sacó. Hay que actuar, no sólo hablar. Las energías sostenibles y los paneles solares están haciendo un gran papel incluso en Alaska. Si el gobierno toma acción y crea educación, concientización y escucha a los pueblos indígenas, la población podrá saber cómo encaminar el futuro de las naciones. Pero los pueblos indígenas están olvidados y marginados”. Samarys está de acuerdo con la crítica que acusa a esta ley diciendo que sólo beneficia a los ricos y empobrece más a los que ya son pobres, y que no aporta posibilidades ni oportunidades en la fuerza de trabajo. “Por eso me siento dividida. Las empresas que invierten en tecnologías de energías renovables pertenecen a quienes acaparan grandes fortunas. Sus dueños no son filántropos”.