MARÍA ELENA BALL, embajadora de la gastronoMÍA mexicana.
Mexico in Alaska celebra 45 años de tradiciÓN culinaria por gabriela olmos
Hace 49 años, María Elena Ball tomó su coche y comenzó a manejar sin rumbo fijo. Su único plan era avanzar hacia el norte. Así fue como el 7 de junio de 1968 llegó a Anchorage. Aquél era un verano en que los alaskeños sacaban a los bebés con el puro pañal, pues decían tener mucho calor, pero María Elena temblaba de frío. Ella había nacido en Zitácuaro, un pueblo de Michoacán, México, y no estaba familiarizada con un clima como el de Alaska.
“No me tomó mucho tiempo saber que me iba a quedar aquí”, dijo y comenzó a recordar aquellos años en los que Anchorage era una pequeña comunidad en la que había amistad entre todo el mundo. “Me recordaba al pueblito de donde yo venía, que era entonces muy chico”. Ball recuerda que en ambos sitios la gente era muy amable, y que se podía pedir ayuda a quien fuera, aunque uno no lo conociera. Así que decidió hacer una vida en Alaska.
Cuatro años después abrió el restaurante Mexico in Alaska, primero en Mountain View, como una taquería, y once años después en la actual ubicación de Old Seward Highway, donde lleva ya más de treinta años.
El principio fue difícil. María Elena cocinaba, servía, limpiaba y cobraba. Su madre le enviaba especias y chiles secos desde San Antonio, Texas, porque en Alaska no existían muchos ingredientes de la comida mexicana. Había tortillas de maíz y tortillas de harina porque ya existía Taco Loco. También se podían conseguir frijoles, carne y pollo. Dice María Elena: “Empecé con platillos muy simples, porque no teníamos materia prima”.
Poco a poco extendió su menú para incluir chiles rellenos, moles, tacos de lengua, y otros platillos tradicionales de México. Pero para ello tuvo que cambiar muchas ideas preconcebidas que la gente tenía sobre la comida mexicana. “Cuando empecé los americanos creían que había sólo una forma de preparar cada cosa: una forma de hacer tacos, una forma de hacer enchiladas, una forma de hacer tostadas”. María Elena tuvo que enseñarles que la comida mexicana es tan versátil como la creatividad de los cocineros.
En alguna ocasión, cuando introducía el mole al menú, una mujer de ascendencia latina le pidió unas enchiladas. María Elena le preguntó si conocía el mole poblano, y la mujer aseguró con firmeza que ella sabía lo que era la comida mexicana. Cuando le sirvieron sus enchiladas de mole, la clienta se ofendió y dijo que aquello no era comida mexicana. Luego María Elena descubrió que la clienta era de Texas, y que allá más bien preparaban platillos Tex-Mex, y no la gastronomía tradicional mexicana.
Esta experiencia le sirvió a María Elena para comprender que parte de su trabajo como embajadora de la comida mexicana es preparar los paladares de sus comensales para la experiencia de nuevos platillos. Y por eso desde entonces ofrece muestras de los diferentes guisos, para que la gente pueda conocerlos antes de ordenar. “Me he pasado casi 45 años entrenando, enseñando, explicando”, señala.
María Elena fue instrumental en otro cambio importante para la percepción de la cultura mexicana: el que los menús se escribieran en español. “Eso tomó un poco de tiempo para cambiar. Los restaurantes ofrecían cosas como Supreme Queen Tostadas”, dice y agrega que ella puso en su menú los nombres de su pueblo y de los lugares de México que recordaba. Por aquel entonces la gente llamaba Spanish Rice al arroz a la mexicana, preparado con tomate y especias. María Elena también ha vigilado porque se conozca a este platillo con su nombre correcto.
Como para todos los residentes de Alaska, la crisis económica de la década de 1980 fue difícil para María Elena y su restaurante. Ella recuerda que tenía amigos que venían a despedirse cada día. La economía estaba tan caída que dejaban atrás sus casas y sus negocios. Los bancos cerraban. Pero ella no podía darse por vencida. Había decidido que Alaska sería su hogar y sabía que tenía que luchar por ello con determinación. Así que en ese momento María Elena daba clases de español, de inglés y de cocina. Empezó también un servicio de limpieza y abrió una tienda de videos en español. Trabajaba de sol a sol para salir adelante.
En esos momentos difíciles creó los burritos de la marca México in Alaska que aún se venden en los supermercados. Era 1986. Diez años después, introdujo las salsas que siguen a la venta. Cuando platica sobre ello, María Elena recuerda el refrán mexicano: “La necesidad es la madre de toda invención”.
A lo largo de los años, mucha gente ha preguntado a María Elena por qué no tramita una licencia para vender licores junto con sus alimentos. Ella sabe que tendría mejores ingresos si lo hiciera. Pero ha preferido conservar el espíritu familiar mexicano en su restaurante. Ella recuerda con orgullo cómo en México se respeta a la familia como institución. Ella quería que sus hijos y sus sobrinos tuvieran ese amoroso ejemplo. Y por eso nunca accedió a vender licores en el restaurante.
Los miembros de las siguientes generaciones aprendieron de esta manera de ver la vida. Y ahora su sobrina nieta está al frente de Mexico in Alaska, aunque María Elena no deja de ir ni un solo día al restaurante. Hace casi 45 años se propuso hacer su vida en este negocio, y con el paso del tiempo ha descubierto que la vida es plena cuando uno tiene la determinación de cumplirse sus propias promesas.