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No hay patrimonio universal,
​pero sí compartido


por carlos matías

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James Clifford, Profesor emérito del Departamento de Historia de la Conciencia Universidad de California, Santa Cruz, habla con Sol de Medianoche sobre las tareas de recuperación del patrimonio nativo de Alaska, disperso en instituciones y colecciones privadas de otros países, alejados de los pueblos que las crearon y de sus territorios, especialmente disgregados por toda Europa. El profesor Clifford es autor del libro “Retornos: Convirtiéndose en nativo en el siglo XXI”.

El profesor James Clifford, de California, comienza hablando con nosotros de la labor de cooperación abierta entre un pequeño museo francés y la comunidad alutiiq de Alaska. Le hacemos ver lo interesante que es esta colaboración, que nos parece que está en la línea de que no hay un “patrimonio exclusivo” de una comunidad, sino que, en el día de hoy, en este mundo globalizado, el patrimonio es en cierto modo “universal”, un poco de todos. Y aquí surge la primera discrepancia de la presente entrevista.

James Clifford es claro y tajante en este primer punto: “No estoy de acuerdo con la idea de un patrimonio “universal”, mencionada anteriormente. El “patrimonio compartido” presupone socios específicos, alianzas y reciprocidades negociadas”.

– ¿Cuál es este museo francés?
Se trata del Chateau Musée, en Boulogne sur Mer, Francia. Los materiales alutiiq que allí se encuentran son “La colección Pinart”.

– ¿Sabe si quedan otras obras indígenas de otros pueblos de Alaska en otros museos de Europa?
Hay muchos objetos y bienes culturales y artísticos de Alaska en las colecciones europeas. Normalmente, se trata de arte de la “Costa Noroeste” o de Yup’ik. Éstas son mucho más conocidas que las producciones Alutiiq, que son raras.

– En su opinión, ¿cómo debería tratarse el patrimonio cultural indígena de Alaska? ¿Debería volver todo a Alaska o es bueno que haya exposiciones en otros países, para que los ciudadanos de esos países fuera de Alaska puedan conocerla e interesarse por ella?
No se trata de una propuesta de uno u otro. Hay tanto material en las colecciones europeas y norteamericanas, que hay mucho que se podría compartir. “Repatriación” es un término muy general que incluye a los objetos devueltos, físicamente, a las “tierras de origen”. Normalmente, a un museo o a un centro cultural indígena, o a un “museo nacional en África”.

Luego tenemos la circulación y préstamos a largo plazo, de colecciones; o la concesión de acceso especial y autoridad a las “comunidades de origen”, para las colecciones que permanecen en Europa y Norte América.

Tenemos la “repatriación digital”, que hace que las colecciones sean accesibles a distancia. De igual manera, están las alianzas negociadas entre instituciones indígenas y metropolitanas para hacer circular e intercambiar el patrimonio, incluido el “arte” antiguo y el nuevo y los objetos ceremoniales.  Cuál de estas opciones, o una combinación de ellas, se elija depende de muchos factores, locales, políticos, históricos, financieros. No existe una repatriación “única”.

La opinión de los “indígenas” varía. En algunos casos, es mejor dejar el patrimonio en un lugar donde pueda almacenarse adecuadamente, con un acceso especial y autoridad sobre la interpretación, En otros casos, algunos objetos (especialmente los “sagrados”) deben devolverse físicamente. Los restos humanos siempre deben devolverse para ser enterrados de nuevo. Muchos consideran que es bueno tener ejemplos de alta calidad de su patrimonio en lugares lejanos: “embajadores” de su cultura. Pero la situación actual, en la que los fondos se inclinan en gran medida hacia las antiguas naciones imperiales, no es aceptable.

Debe haber algún tipo de reequilibrio, redistribución y reparto de este diverso y rico patrimonio. Personalmente, creo que sería trágico que no hubiera ricas colecciones de arte y objetos africanos, árticos, nativos del Pacífico, etcétera, en lugares como Europa y América del Norte.

Estas artes son inspiraciones cruciales para la creatividad futura, y registros de la “historia del arte de la humanidad”. Pero, como he dicho, hay más que suficiente para ser ampliamente compartido, cuando los detalles prácticos de la procedencia y el control local puedan ser resueltos.

– Dado que no cree en un “patrimonio universal”, ¿quién tiene la propiedad intelectual sobre un patrimonio étnico? La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) publicó un estudio de Molly Torsen y Jane Anderson en que comentan que “el Museo Alutiiq, en Kodiak, dispone de grabaciones sonoras de la lengua alutiiq, entrevistas con ancianos, grabaciones de eventos, etcétera, cuyos derechos corresponden a la institución y no a los nativos alutiiq. ¿Está de acuerdo?
Los individuos suelen haber fallecido. Sus comunidades deberían tener acceso a los materiales registrados si lo desean. Las instituciones que realizaron la grabación deberían conservar los derechos, pero respetando los protocolos de secreto y autoridad que expresen los representantes autorizados de las comunidades de origen.
Hay que encontrar un punto común de negociación en casos y situaciones particulares de la historia colonial, neocolonial y poscolonial. ​

PROUDLY POWERED BY SOL DE MEDIANOCHE NEWS, LLC.
Sol de Medianoche is a monthly publication of the Latino community in Anchorage, Alaska