CASI UN DÉcada de retratar las fiestas de la comunidad latina
por gabriela olmos
Desde la secundaria, Ron Nicholl ha tenido a una gran compañera, su cámara fotográfica. La llevaba a todas partes, e incluso él imprimía sus tomas en el pequeño cuarto oscuro que sus padres habían instalado al fondo de su casa. Ahí, Ron podía imprimir en blanco y negro, “aunque más bien resultaba ser en gris y blanco”, dice mientras recuerda la magia de la fotografía análoga.
Nacido en el estado de Washington, Ron pisó Alaska por primera vez en 1954, antes de que fuera un estado. Ron tenía entonces once años y venía a trabajar en la granja de su tío en Wasilla. Al terminar las vacaciones, él siempre quería quedarse en Alaska, pero su tío era firme: “debes volver con tu padre”.
Más adelante, al terminar sus estudios de licenciatura, Ron optó por un grado militar: se unió a la Guardia Costera y fue enviado a servir como oficial de un barco a Ketchikan, en el sureste del estado. Ron recuerda que siempre que zarpaban se aseguraba de llevar un impermeable y su cámara.
Después de terminar un posgrado, Ron trabajó como gerente de operaciones para una compañía que fabricaba maquinaria en Washington. “Tomé muchísimas fotos de aquellas máquinas, pero no era mi trabajo. La fotografía era algo secundario”. Hace 17 años, después de un divorcio, Ron se preguntó qué es lo que en verdad quería hacer. Y se dio cuenta de que lo que más deseaba era viajar hacia el norte y vivir en Alaska. Así que buscó un empleo y muy pronto comenzó a trabajar como gerente de proyectos para una empresa de Anchorage.
Este empleo lo llevó a viajar con frecuencia a la Alaska rural, especialmente a Barrow, el poblado más al norte del estado. En Barrow los trabajadores se alojaban en una estación de radar construida a mediados del siglo pasado. Desde ahí apoyaban con servicios de logística las exploraciones petroleras para la corporación de nativos de Barrow (la UIC, Ukpeagvik Iñupiat Corporation). Durante el invierno trabajaban en la tundra a temperaturas que llegaban a -20 grados Fahrenheit. “Las exploraciones se conducen en el frío invernal, porque si se hicieran en verano dañarían la tundra. Es muy frágil”.
En aquellos días Ron fotografió los paisajes del Ártico, incluyendo a osos polares que olían la comida de sus campamentos y se acercaban. Dice Ron que en Barrow hay un letrero colocado para los turistas que señala “la cima del mundo”. Pero, en sus palabras, “más bien es otro mundo”.
Hace ocho años, después de muchas aventuras en las que siempre estuvo acompañado por su cámara, Ron se retiró de la industria de la construcción y desde entonces se dedica por completo a la fotografía. En su primer verano como retirado, visitó ocho poblados nativos para fotografiar escuelas, clínicas y bodegas. Llegó a lugares tan remotos como Deadhorse, en el North Slope; Scammon Bay, en el este de Alaska; y Savoonga, en la isla de St. Lawrence, en el estrecho de Bering. “Y cada viaje fue una aventura”.
Pero la comunidad hispana de Anchorage no recuerda a Ron por sus fotos de osos polares o de paisajes de hielo, sino por sus festivas imágenes de los bailes del folclor latino. Desde hace casi una década, Ron ha capturado con su lente la vitalidad vibrante de nuestras fiestas. La comunidad latina “me ha ayudado a mejorar mi fotografía. Probablemente ellos no tengan presente cuánto me han ayudado el tratar de capturar con la lente las expresiones de su danza y de su cultura”.
Su vínculo con la comunidad latina se dio a través de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Devoto católico, Ron ha estado involucrado en el funcionamiento de la iglesia que sirve a una de las comunidades latinas más grandes de Anchorage y ha demostrado su agradecimiento a nuestra comunidad apoyando las causas de los feligreses hispanos, como el que se dieran misas en español.
“Recuerdo que en una ocasión los miembros del coro estaban vestidos con trajes mexicanos, pero yo era muy reservado para ponerme frente a ellos y tomar fotos”, dice Ron. Y agrega que disfrutaba enormemente de la estética de la danza azteca, y por eso siempre quería fotografiarla. “Poco a poco, la fotografía me integró a la comunidad latina”. Ahora, siempre que escucha los tambores corre por su cámara.
Son bien conocidas sus fotos de vestidos de colores ondeando durante la danza. Dice Ron que la expresividad de los bailes lo fascinó desde la primera vez que vio estas danzas en el Lunney Center de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Pero comenta que sus mejores tomas han sido las de la Fiesta Under the Midnight Sun, el festival de verano organizado en el Cuddy Park por Sol de Medianoche y Latinos en Alaska.
El español de Ron ha mejorado después de un par de viajes a México. Sin embargo, él recuerda con alegría sus primeros acercamientos a la comunidad latina, cuando a la entrada de la misa saludaba a la gente con un caluroso “buenos días”, preguntándose qué haría si de pronto alguien se ponía a platicar con él en español. Pero muy pronto dejaba de preocuparse. Ron admira la hospitalidad de los latinos y estaba seguro que el asunto se resolvería.
Más adelante, cuando servía en el comité financiero de la iglesia, tuvo la idea de dar un reporte completo en español. Lo escribió con cuidado, y Patricia Gould, entonces directora del ministerio hispano de la parroquia, lo corrigió. Al terminar de leer su documento, sucedió lo esperado: todos los presentes se dirigieron a él en español. Ron tuvo que explicar que, aunque entendía una gran parte, no lograba sostener una conversación en nuestra lengua. Pero que sentía una gran admiración por el idioma de los hispanos.
Quizá por esa voluntad de participar en nuestro mundo y por la pasión con la que se entrega a fotografiar nuestras fiestas es que Patricia Gould solía decir que “Ron es hispano de corazón”. Sus imágenes dan colorido testimonio de ello.
Sol de Medianoche agradece a Ron Nicholl todas las ocasiones en que nos ha permitido publicar sus fotografías para dar cuenta del vigor de nuestras tradiciones