Trauma histórico intergeneracional
El año 2020 ha sido uno de los más retantes en la historia del mundo. Aparte de la amenaza evidente que presenta el COVID-19, la pandemia ha destapado varios males sociales como la desigualdad, la pobreza, la corrupción y ha traído nuevamente a la luz pública la continua ola de racismo que existe en Estados Unidos (EU) y en el mundo.
Es imposible ignorar los eventos más recientes de violencia racial en donde miembros de la comunidad afroamericana, negra, asiáticos y asiáticos americanos han sido atacados y aniquilados inescrupulosamente por personas que han abusado de sus privilegios y poder. Esto son solo síntomas de una problemática profunda y centenaria. Según la Asociación Americana de Psicología un trauma es una respuesta emocional a un evento negativo como un accidente, violación o desastre natural. Las reacciones a largo plazo incluyen daño emocional y psicológico, las memorias dolorosas del evento, problemas en las relaciones con otros e inclusive síntomas físicos. Muchas veces a las personas que sufren trauma se les hace difícil continuar una vida normal. El trauma histórico intergeneracional (THI) es la vivencia de un trauma, ya sea individual o colectivo, en donde el mismo pasa de una generación a otra, de abuelos a hijos, de hijos a nietos y por ende a futuras generaciones hasta que alguien decide romper el ciclo. En la historia de EU y el mundo hemos visto varios ejemplos que resultan en traumas históricos y culturales como son el Holocausto, la esclavitud de los negros en EU, el abuso policiaco hacia las comunidades negras y de otras minorías, el genocidio de Rwanda y los relatos de miles de adultos indígenas y nativos del polo norte que vivieron la experiencia de escuelas de internado en su niñez. El THI también se ha visto como consecuencia de los procesos de colonización de una comunidad o país. Dentro de las características de sobrevivir este tipo de experiencia encontramos sentimientos de miedo, vergüenza y silencio. Para los indígenas americanos, nativos de Alaska y Canadá, el THI tiene sus raíces en una niñez donde fueron separados de sus familias en medio de la noche, eran castigados cuando hablaban su idioma, se les prohibió el uso de sus vestimentas y las prácticas de sus tradiciones y cultura. Una de las frases más crueles, acuñada por el capitán Richard Pratt a finales de los 1800 y cuando la colonización de indígenas en Norteamérica estaba en todo su apogeo fue “Mata al indio, y salva al niño (o hombre)”. Así se trataba de alejar al indígena de su cultura, por ende, matando lentamente su identidad y la de sus futuras generaciones. Así se llevó a cabo el genocidio de muchos pueblos indígenas de las Américas. En un estudio realizado por Bezo (Ottawa 2015), él y sus colegas encontraron que los efectos transgeneracionales de trauma no solamente se limitan a lo psicológico, también se ven a nivel familiar, social, cultural, neurobiológico y posiblemente genético. Por otro lado, en las últimas décadas se comienza a observar el THI de manera clínica y honesta. Entendiendo que el primer paso para enfrentar el trauma es hablar. Se han probado varias iniciativas que han presentado resultados muy positivos para ayudar a comunidades e individuos afectados por THI. Algunas de estas prácticas incluyen la terapia de familia, programas para la prevención de uso de sustancias, fomentar la conexión de los niños con sus ancianos y traer de vuelta la cultura y tradiciones. Además, la revitalización de idiomas y lenguas nativas a nivel escolar y en las universidades, la aceptación del rol de la iglesia y el estado en estos hechos y la creación de programas y recursos económicos para apoyar a comunidades que enfrentan sus efectos. Es importante reconocer el THI y proveer espacios en donde las personas o comunidades afectadas puedan hablar del tema y recibir ayuda para los diferentes efectos a la salud emocional, mental y física que han surgido a raíz de estos. Por último, crear programas de prevención, usar herramientas para comunicación efectiva, educación apropiada para los niños, educar en contra del racismo y a favor de la equidad son algunas de las herramientas para romper el ciclo. ¡La Dra. Samarys Seguinot Medina es Boricua del Archipiélago de Puerto Rico! Científica de salud pública y ambiental, y residente en Anchorage, Alaska. |