Ya no hay vuelta atrás en el Cambio Climático Por CARLOS MATÍAS
LA DIRECTORA DE SALUD AMBIENTAL DE ALASKA COMMUNITY ACTION ON TOXICS, SAMARYS SEGUINOT-MEDINA, ASISTIRÁ EL PRÓXIMO 8 DE MAYO A LAS ALDEAS DE SIVUQAC (GAMBELL Y SAVOONGA) PARA ANALIZAR LA SANGRE DE LOS NIÑOS INDÍGENAS Y COMPROBAR CÓMO INFLUYE EN SU SALUD LA CONTAMINACIÓN QUÍMICA DE LA ZONA. TAMBIÉN VOLVERÁ EN AGOSTO A NORTHEAST CAPE (NEC), PARA REALIZAR UN MUESTREO AMBIENTAL, UN MUESTREO EN LA SANGRE DE ADULTOS Y PARA REALIZAR UNA JUNTA CON MIEMBROS DE FAMILIAS QUE VIVIERON Y HAN SIDO AFECTADOS POR LA CONTAMINACIÓN QUÍMICA MILITAR EN LA ZONA. ESPERAN ENCONTRAR MEDIDAS PARA PROPONER A LA ADMINISTRACIÓN BIDEN CON EL FIN DE DETENERLA. TEME QUE LA GUERRA EN UCRANIA PUEDE EMPEORAR LA SITUACIÓN.
“Ya no hay vuelta atrás en el Cambio Climático; todo lo que se está haciendo no es suficiente. Hay que hacer más para restablecer el equilibrio natural del planeta”, dice Samarys Seguinot-Medina, directora de Salud Ambiental de Alaska Community Action on Toxics y una de las líderes latinas en el frente de la lucha climática y de justicia ambiental en Alaska. Sol de Medianoche mostró a Samarys Seguinot-Medina una información del diario español La Razón, publicada en enero pasado, que hablaba sobre la “peligrosa bomba de tiempo escondida bajo Alaska que está cerca de estallar y podría expandir virus mortales”. ¿Sensacionalismo? ¿“Periodismo amarillo” al estilo de los diarios sensacionalistas británicos? “No, en absoluto”, responde Samarys. “No sólo no exagera, sino que la noticia puede quedarse corta, seguramente por prudencia del periódico y de su periodista”.
La información del periódico español La Razón explicaba que esta “bomba de tiempo” con virus mortales “hibernados” bajo el hielo de Alaska “está cerca de estallar” y, por tanto, próxima a expandir dichos virus mortales, congelados durante cientos o miles de años. El Cambio Climático está provocando que desaparezca la capa de permafrost, el hielo que cubre gran parte del territorio de Alaska, el estado más grande de los Estados Unidos, y con el deshielo los virus podrían salir de su letargo de hibernación natural, cobrar nuevamente vida y reactivarse, provocando una rápida “explosión vírica” de consecuencias posiblemente “catastróficas para el ser humano”.
“Ésta es una hipótesis muy realista, más de los que podamos imaginar. Nunca antes el planeta había sufrido un calentamiento climático como el de ahora y no tenemos referentes sobre sus consecuencias, pero sí sabemos que no van a ser buenas, sino al revés: será una serie de cambios climáticos y medioambientales en cadena y de gran poder destructivo, nefasto para la humanidad, independientemente de que habite Alaska, o Estados Unidos, porque afectará sin duda a toda la Tierra”, señala Samarys Seguinot-Medina.
Como directora de Salud Ambiental de Alaska Community Action on Toxics, Samarys Seguinot-Medina ha investigado, sobre todo, la contaminación de metales y productos químicos orgánicos permanentes; es decir, los COPs (Contaminantes Orgánicos Permanentes, en español; POPs en inglés: “Persistent Organic Pollutants”). “El mercurio y otros metales pesados, así como los contaminantes y agentes químicos, son arrastrados por las mareas hacia el Polo Norte, hacia el Ártico, y se van acumulando lenta, pero inexorablemente, en las costas más próximas del Círculo Polar Ártico, que contamina el océano Ártico y llega a Alaska”, explica Samarys. “Esto está teniendo repercusiones negativas en la salud de los poblados y tribus que viven en esta zona”.
“Hemos comprobado que en la población de Northeast Cape (NEC) en Sivuqaq (nombre yupik de St. Lawrence Island, o Isla de San Lorenzo, en el Estrecho de Bering) los casos de cáncer; los de enfermedades relacionadas con los tiroides, y las dolencias cardiovasculares, son muy elevados. Ya en su día, la anciana yupik Annie Alowa estuvo tratando durante dos décadas de que el ejército limpiara sus residuos tóxicos. Ella murió de cáncer. Pero inspiró a la entonces activista de Greenpeace Pamela K. Miller para fundar Alaska Community Action on Toxics (ACAT), en 1997. Pam es bióloga e investigadora.